Centro del Agua para Zonas Áridas y Semiáridas de América Latina y el Caribe

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Las últimas lluvias caídas sobre la zona central de Chile han revivido postales un tanto olvidadas de inundaciones y daño sobre la propiedad por excesos de agua, lodo y basura circulantes. Estas situaciones que, en un primer acercamiento, parecen ir ocurriendo cada vez más a lo lejos, confirma que, a pesar de avances concretos en tecnologías y planes de contingencia, el país sigue siendo frágil ante las manifestaciones naturales. Más aún, en una visión hacia un clima cambiante, podrían significar los primeros avisos de situaciones más graves y frecuentes en el corto plazo.

Al respecto, surgen varias preguntas que desafían nuestra real capacidad para saber cómo sobrellevar estos fenómenos y que vale la pena debatir a nivel personal y grupal, y en particular con quienes planifican y/o toman decisiones:

  • ¿Hemos, realmente, entendido a cabalidad la naturaleza que nos cobija?
  • ¿Son válidas nuestras tecnologías de prevención y de respuesta?
  • ¿Empleamos supuestos válidos? ¿O se hace necesaria la actualización de los supuestos y procedimientos sobre los que se fundamentan el diseño de nuestra infraestructura y planes de contingencia?
  • ¿Es más importante la productividad que la prevención? ¿por qué tenemos la impresión de que no fuesen compatibles?

Un análisis muy básico plantea un ejemplo concreto que materializa respuestas a dichas preguntas. Cuando hablamos de que un río “se desbordó”, tratamos de explicar que el cauce principal sobrepasó sus límites habituales y afectó caminos, bienes, infraestructura o terrenos agrícolas, sin reparar de que, la mayor parte de las veces, el río está sólo ocupando sus áreas y planicies de inundación. O sea, en estricto rigor, más bien son los caminos, bienes, infraestructura y terrenos agrícolas los que han desbordado las áreas potenciales que el curso de agua podría ocupar. El debate puede ser aún mayor, puesto que las infraestructuras de relevancia tienden a ser protegidas mediante la construcción de estructuras que impiden al curso de agua expandirse hacia esos terrenos, ocasionando que la circulación del flujo, altamente energético, adquiera cambios de dirección o dinámica muchas veces inesperados, afectando otras áreas no habituales en su expansión. Entonces, la resolución de problemas puntuales a través de medidas ingenierilmente eficientes puede generar que los cursos de agua manifiesten efectos no deseados, aguas arriba o aguas abajo. Por cuanto, se requiere insertar esas medidas en un nivel de planificación y observación más amplio.
A lo anterior se une la escasa conexión con los planes de ocupación del territorio y la toma de decisiones a niveles municipales o regionales. Es cierto que hay emplazamientos que no son legalmente establecidos, en especial en las áreas de inundación de los cursos de agua, pero también muchos de estos cuentan con resoluciones legales. Entonces, se está haciendo vista gorda a la prevención de desastres y desconociendo la naturaleza de los cursos de agua. Un simple análisis de secuencias temporales de imágenes de Google Earth, muestra cómo zonas recientemente afectadas por “desbordes” de los ríos, han proliferado dentro de las áreas de inundación de estos cursos de agua.

Secuencia de Imágenes temporales de Google Earth:

Talagante, en planicie del río Mapocho, contraste entre 2006 y 2023
Isla de Maipo, en planicie del río Maipo, contraste entre 2005 y 2023
Coltauco, en planicie de río Cachapoal, contraste entre 2007 y 2023
San Fernando, en planicie de río Tinguiririca, contraste entre 2004 y 2023
San Javier, en planicie de río Loncomilla (2003-2023)
Linares, en planicie de río Achibueno (2003-2023)
Ránquil, planicie del río Itata (2003-2023)

En consecuencia, los recientes eventos plantean la necesidad de reevaluar nuestra capacidad de comprender y prevenir ante el comportamiento de los cursos de agua, en particular para disponer de planificación coordinada y eficiente que minimice los daños a la infraestructura y las personas. Esta reevaluación debe considerar la gobernanza en torno a la toma de decisiones, pero bajo una base de conocimientos y tecnologías sincronizadas con la dinámica natural de los cursos de agua. Por otra parte, es necesario comprender que tanto la hidrología como el territorio son dinámicos, más aún asumiendo que los aumentos pronosticados y ya registrados en la isoterma cero, podrán redundar en episodios de pluviometría extrema y crecidas torrenciales de los cauces.

Gabriel Mancilla, Ingeniero Forestal, MSc., PhD. Director Ejecutivo CAZALAC
Manuel Soto, Ingeniero Forestal. Unidad de Proyectos, CAZALAC.